El nombre de la muerte (2ª parte)

Respeto la muerte, me causa profundo dolor el sufrimiento de las personas cuándo pierden a un ser querido. A mi respeto, a mi dolor, se suma la indignación cuándo una de esas víctimas lo ha sido por un atentado terrorista. Estos días en que se viene hablando en este País de diálogo con los hijos de la bestia para tratar de alcanzar la paz, tengo el corazón dividido. Por un lado deseo que acabe el horror, que termine la violencia aunque ello suponga concesiones a los que no las tuvieron con la vida de sus semejantes. Pero cuando recuerdo a las víctimas, niego toda posibilidad, toda concesión a los asesinos. “Que se pudran en la cárcel”, me digo. Me gustaría pensar que en esa disyuntiva se encuentran muchas personas en este momento, piensan en el fin de la violencia, piensan en las víctimas, olvidándose de la arrogancia de la victoria… ¿Victoria sobre qué o sobre quién? ¿Acaso creemos qué la muerte puede vencerse?
4 comentarios
Para monocamy, perdón total -
Para Meditaciones apareciendo de vez en cuando... -
monocamy -
Pero cierto es que los que hayan sufrido en su piel las consecuencias del terrorismo, pueden tener la sensación de "derrota", al ver que alguien negocia con quien mató a un ser querido.
A veces, para avanzar, hay que dar un pasito atrás.
Pero, por otro lado, no acabo de entender por qué no se cumplen las penas íntegras. Vale que la cárcel es, originariamente, un centro de rehabilitación pero chico, si como rehabilitación no funciona pues habrá que improvisar sobre la marcha, coño, no quedarnos bloqueados con el "diccionario" ¿me explico?
Como con los gays, pues igual: como el diccionario bla bla bla pues las bodas gays blo blo blo. Y así estamos, condicionando el progreso a la iniciativa de la RAE.
Yo creo en el perdón total y en el cielo para todos. TODOS. Pero, en el camino, por supuesto que quien tenga que pudrirse por cabrón, que se pudra, con independencia de la restauración final.
Meditaciones apareciendo de vez en cuando. -
Han pasado más de veinticinco años desde aquel brutal suceso y aún así, la madre de Marcos no ha podido superar nunca ese trance, hasta llegar el punto de decir que no quería vivir, que nada era igual sin su hijo. Hace seis meses ella murió, y no por enfermedad sino porque decía que ya era hora de reunirse con su hijo. Veinticinco años de tratamiento antidepresivo no le han aliviado de su muerte.
Si le preguntas a los familiares más directos (padre, hermana) te dirán desde su rencor y odio acumulado que, esos mal nacidos no se merecen vivir, que se tienen que pudrir en la cárcel. Si me preguntas a mí te puedo decir que, el odio sólo genera más odio y que si, para que no existan más personas que pierdan la vida como Marcos, se tiene que dialogar, se dialoga. Lo que no podemos hacer es seguir con la ley del ojo por ojo. Porque un día fue Marcos, pero cualquier día puede ser cualquiera de nuestros hijos o familiares.
Quiero construirle a mi hijo un mundo en paz. El camino para llegar hasta ella es largo y angosto así que, mientras antes empecemos antes lo conseguiremos.
Un saludo.